¿Por qué una torre de la Iglesia de Santa María de Cracovia es más alta que la otra?

Una de las primeras cosas que llamarán tu atención en el enorme Rynek Glowny (Plaza del Mercado) de Cracovia es que a una de las torres de la Basílica de la Asunción de la Virgen María le falta un cacho. En realidad no es que le falte, es que nunca se construyó. Esta bella asimetría arquitectónica tiene una historia, que ni mucho menos es tan bella como el edificio que dejó.

Cuenta la leyenda que la burguesía cracoviana, con la intención de tener un templo del que poder presumir a lo largo y ancho de Europa, encargó a un par de hermanos levantar una iglesia con dos torres gemelas. El ritmo de la obra fue in crescendo, muy especialmente cuando los hermanos empezaron a trabajar por separado y a competir por ver quién era capaz de hacer la torre más alta y más bonita en menos tiempo. Los burgueses encantados, ¡iban a tener su súper iglesia echando leches!

El hermano mayor era responsable de edificar la torre sur, el pequeño de la norte, y pronto la primera empezó a crecer con más gracia y velocidad que la segunda, cosa que al benjamín de la familia no hizo ninguna gracia. El hombre se frustró, se enfadó y una noche invitó a su hermano a dar un paseo por la rivera del Vístula. Allí lo mató a cuchilladas y tiró su cuerpo al río. Y de esta forma el joven consiguió superar la obra de su hermano y ganarse la admiración y los halagos de toda la ciudad.

Pero el remordimiento era tal que el constructor no era capaz de disfrutar de su éxito. La culpa le corroía, no podía comer, no podía dormir… La situación se le hizo insostenible y, un mal día, decidió confesar su culpa ante el burgo encaramado a su magnánima obra, llamada Centinela o Hejnalica, para darse muerte después con el mismo cuchillo con el que segó la vida de su hermano.

EL HEJNAL, MÚSICA EN LA TORRE

A día de hoy, desde la torre más alta de la Iglesia de Santa María sigue entonando el trompetista el Hejnal, una canción que se corta sin aviso para desconcierto del personal. Pero esto también tiene una explicación y es que la música se interrumpe sin aviso en honor de un valiente vigía que, hace muchos siglos ya, tocó para advertir a la ciudad de una inesperada invasión tártara, y siguió tocando después durante la lucha, para infundir ánimos a sus paisanos hasta que, finalmente, una flecha le atravesó el cuello y ya no pudo cantar más.

Los cracovianos rechazaron al enemigo y, como recuerdo de aquel músico que dio la voz de alarma, decidieron que a partir de entonces su canción nunca volvería a terminar. Así se recoge esta historia y la anterior en el libro Leyendas de Cracovia, escrito por Anna Majorczyk e ilustrado por Katarzyna Borzecka, una bonita y breve obra que descubre los cuentos que hay detrás de cada piedra de la ciudad.

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