Érase una vez en las faldas de una montaña al noroeste de Tailandia, allá donde el verde hace frontera con la antigua Birmania ahora Myanmar, vivía una joven hermosa como nunca habían visto los tiempos. Tal era su belleza que un ejército de pretendientes la cortejaba día y noche, todos deseosos de hacer a aquella excepcional mujer su esposa.
Tan solo siete hombre consiguieron impresionar a una joven que, al parecer, disfrutaba con su charla y compañía por igual, sin hacer distinción ni favoritos. Y así fue pasando el tiempo entre risas y halagos hasta que un día los siete pretendientes a la vez pidieron su mano en matrimonio. Ella no lo dudó un segundó: no se desposaría con ninguno de aquellos galanes.
Temerosa de que una elección provocarán celos y tristeza entre los candidatos descartados, la bella joven tomó una decisión del todo sorprendente: haría el amor con todos y cada uno de aquellos hombres aún sabiendo que tal esfuerzo la conduciría a la muerte. Los varones no pusieron objeción alguna, y ella al parecer se sintió feliz de hacer tal sacrificio.
Primero uno, luego otro y otro más. Así fueron pasando todos. Cuando la hermosa muchacha no pudo más pidió la muerte y con su último aliento prometió reencarnarse en una bonita flor: “Ciudad bien de mi tumba pues de mi corazón nacerá una flor roja que gustará a todo aquel que la pruebe. Su sabía será a la vez deliciosa y adictiva, beberla podrá conducir al cielo y al infierno, incluso al mismo tiempo”.
Con esta leyenda la tribu Akha explica el origen del opio. El comercio de esta planta y sus drivados fue en su día motor económico del Triángulo de Oro, ese punto del planeta donde Myanmar, Tailandia y Laos se encuentran separados por el río Mekong que, a su vez, conecta con China. Este y otros cuentos pueden leerse en la House of Opium de la localidad tailandesa de Sop Ruak, un pequeño pueblo muy turístico que presume de ser el centro exacto de la famosa forma geométrica. La entrada cuesta 50 baths (1,16 euros) y de regalo te llevas una postal.
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Peligrosa era la flor…..
Y sigue siendo Fernanda 😉