¿Es buena idea reabrir la Cueva de Altamira?

Erase una vez unos bisontes pintados sobre la roca de una cueva. Allí descansaban desde el magdaleniense lo menos, ajenos a glaciaciones y luchas por la supervivencia varias hasta que, un buen día de 1879, dicen que una niña de ocho años entró en la gruta, alzó la vista al techo y dijo “mira papá, bueyes”.

Mucho ha llovido en Cantabria, además de verdad, desde que aquellos moradores del Paleolítico Superior se liaran la manta a la cabeza para pintar el bisonte encogido, la gran cierva y el caballo ocre. Dibujos que sus herederos en 1985 denominaron Patrimonio Cultural de la Humanidad, escenas que hoy vuelven a ser objeto de debate. Permitir el acceso a la cueva o no, esa es la decisión que corresponde tomar al Patronato de Altamira que en el invierno de 2014 ha optado por permitir “visitas experimentales” semanales de 5 turistas elegidos al azar entre los visitantes a la neocueva y un guía con el fin de “evaluar el posible impacto de la presencia humana en la cavidad”, según publico la agencia de noticias Europa Press.

Pero muchos son los que tienen algo que decir al respecto, empezando por los expertos del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que no dudan que lo más conveniente es mantenerla la cueva cerrada al publico como lleva desde el año 2002. Comparten su opinión estudiosos de dentro y fuera de España que defienden la necesidad de conservar este patrimonio de la humanidad por encima de cualquier otro interes.

“Tal vez en el futuro existan los medios para acabar con las colonias de hongos y bacterias sin dañar las pinturas y la cueva pueda abrirse de nuevo pero, si nos la cargamos ahora, ni siquiera eso será posible”, explica Ángel Armendáriz Gutiérrez, profesor de Prehistoria de la Universidad de Cantabria e investigador del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria.

Opuesto a la repertura de la cueva, Armendáriz Gutiérrez opina que mantenerla abierta aunque sea para ínfimos grupos de personas responde más bien a una cuestión político-económica: “Es evidente que ello potenciaría el turismo en Santillana y Cantabria en general, incluso aunque sólo pudieran visitarla grupos muy reducidos. Constituiría una especie de efecto propagandístico. Eso estaría muy bien, pero creo que por encima de estos intereses está la preservación de la cueva”.

La negativa del CSIC es igualmente compartida al otro lado del cantábrico. “Permitir el acceso a Altamira es un tema complejo. Las pinturas han estado ahí más de 30.000 años y, en caso de que la gruta vuelva a abrirse, nos arriesgamos a que se destruyan en menos de una generción”, avisa  Dirk L. Hoffmann, miembro del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y del Grupo de Isótopos de Bristol de la Escuela de Ciencias Geográficas de la Universidad de Bristol. A su juicio “estamos obligados a protejer y preservar esta muestra de arte y herencia de la humidad única y preciosa”, incluso “si eso significa que el gran público no pueda entrar”.

Optimista, el inglés está convencido de que la decisión se tomará “en función de lo que sea mejor para la conservación del arte rupestre” y, aunque entiende que mucha gente anhele ver los originales, considera que esto no puede hacerse si el precio a pagar es correr el riesgo de dañarlos: “Son demasiado preciosos, tenemos que conservarlos”.

CAPILLA SIXTINA DEL ARTE RUPESTRE

No son pocos los que consideran Altamira la capilla sixtina del arte rupestre, una cavidad para muchos sólo comparable en importancia y belleza a la francesa Lascaux. Una cueva, la gala, cuyo valor comprendieron hace ya varias décadas sus gestores que no dudaron en echarle el cierre para evitar su deterioro. Entonces para aprendizaje y disfrute del personal construyeron Lascaux II, una réplica de la original accesible tanto física como virtualmente.

Pero no nos engañemos porque por muy buena que pueda ser una copia es imposible que esta iguale al original. “Altamira es un lugar único e irrepetible. Podremos hacer las réplicas que hagan falta pero nunca podremos imitar las sensaciones que nos producen las pinturas de la cavidad ni transmitir la infomración que la original lleva acumulada durante miles de años”, apunta el historiador y arqueólogo Gonzálo Saiz García.

Para él que ha participado en las excavaciones del yacimiento paleolítico de La Garma (Omoño, Ribamontán al Monte, Cantabria) y el asentamiento ibérico-romano de El Camp de les Lloses (Tona, Barcelona), entre otras, la gruta cántabra es una joya de la humanidad y, si bien las joyas están para verlas, más importante aún es conservarlas, especialmente cuando su valor histórico es tan alto.

“Mucha gente desea su reapertura, poder visitar uno de los lugares históricos más importantes de este país, por no hablar de entidades superiores. Yo soy el primero que tiene ganas de poder ver las pinturas de Altamira, de poder observar desde mis ojos y no desde los de otra gente las figuras que se representan en sus paredes, pero tenemos una responsabilidad con nuestro futuro y debemos procurar conservar la cueva lo más intacta que sea posible, debemos intentar que sobreviva al tiempo tal y como lo ha hecho hasta nuestros días”, defiende Saiz García.

CULPA DE LAS ‘MANCHAS VERDES’

A día de hoy no es posible reparar los efectos que causan el anhídrido carbónico de la respiración y el calor derivado del movimiento sobre la roca. Ambos factores provocan irremediablemente el incremento de la humedad de la cueva y, con ello, la formación de microalgas -las famosas ‘manchas verdes’- que sirven de comida a otros organismos que devoran piedra y pintura sin distinción.

Así que quizá, después de todo, una réplica en forma de neocueva bien pudiera ser solución óptima para Altamira. Una respuesta en la que conservación de pinturas, divulgación histórica y disfrute del pueblo confluyan sin perjuicio ni de unos ni de otros. Así lo cree Hoffman: “La neovueva de es una fantástica copia. Es casi imposible apreciar la diferencia del dibujo original”. Cuanto menos mejor eso que nada y, sin duda, mucho mejor que estropear en un puñado de años el tesoro que durante milenios en silencio se ha guardado bajo tan bellas montañas.

Imagen: La Cueva de Altamira, Gobierno de España

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