En enero de 2014 Blanca Pérez pasó dos semanas en Tailandia con su hija. No era el primer viaje al extranjero de esta administrativa cántabra de 57 años de edad, pero sí su primera incursión en Asia. En Koh Phi Phi vio cientos de peces bajo el mar; en Koh Samui disfrutó de la playa; y en Bangkok participó en un curso de cocina. Así recuerda esta madre de bandera una experiencia “maravillosa” durante la que jamás se sintió “insegura”.
“Salí de Múnich con mi hija Blanca de 29 años haciendo escala en Dubái. El viaje [más de 10 horas] no es pesado por la comodidad de los aviones y la atención de las azafatas”, explica Blanca, quien durante el vuelo optó por tomar comida vegetariana “para no cargar demasiado el estómago”. Su entrada en Tailandia no supuso problema alguno: “La llegada al aeropuerto y el sellado de pasaportes fue rápido, se nota la afluencia de turismo”.
Bangkok no era como se esperaba: “Me sorprendió el metro: limpio y ultramoderno. Dormimos en el Shanghai Mansion, un buen hotel en el barrio chino [en la misma Yaowaraj Road], por tanto la primera impresión como en Europa”. La cosa empezó a cambiar a la hora de comer. Aquello fue diferente: “Salir a cenar y sentarte en unas mesas ocupando la carretera parece un caos, la cantidad de personas hace que no lo veas. Degustamos marisco: el sabor fuerte al que estamos acostumbrados lo sustituyen por las especias que lleva. Todo bien, pero lo mejor: el precio”. Y es que, como a muchos turistas, a Blanca le pareció que Tailandia es mucho más barato que España. Para ella, algunos precios eran casi de risa.
Madre e hija estuvieron cinco días en Bangkok. Visitaron el Gran Palacio y el Wat Pho, surcaron el Chao Praya en un barquito, fueron de compras al Mercado de Chatuchak y pasaron por los principales centros comerciales de la ciudad. “No olvidemos los maravillosos templos que tienen para visitar y pasar horas admirando”, recuerda esta amante del teatro, la música y el cine. Tampoco olvida lo agotadora que puede ser la jornada de una turista: “Los pies terminas por no sentirlos”. Ella encontró pronto una solución a este problema: “Otra vez por un módico precio, un buen masaje y a seguir disfrutando”.
CURSO DE COCINA EN SILOM
En la Silom Thai Cooking School de Bangkok se animó a hacer un curso de cocina. “Fue todo un acierto. Comienza el curso con una compra en el mercado, guisar el plato y comerle, por tanto sabes todo el proceso que lleva. Comida saludable, carente de grasas. Y, otra vez: lo mejor, el precio”. Su hija coincide y comenta divertida: “Como yo llamaba [a mi madre] mami, el profe también la llamaba mummyyyyy“.
“Para viajar por el país utilizamos: avión, barco, autobús, tren y tuk-tuk. En cada ciudad encuentras a alguien que se ofrece a llevarte o ponerte en contacto con la persona adecuada, por tanto no es necesario contratar un paquete en Europa”, opina Blanca. Por ejemplo, para llegar a Koh Samui cogió un ticket combinado de avión, autobús y barco con un taxi hasta el hotel. En esta gran isla del Golfo de Tailandia se hospedó en el By Beach Resort [12/2 Moo 5, Bangpor Beach], un agradable complejo de cabañitas en la playa que, quizá por el tiempo (no hizo muy bueno), no la entusiasmó en exceso.
SNORQUEL EN KOH PHI PHI
La costa del Andamán le gustó más, le resultó más animada. Allí Blanca se atrevió hasta con el mar: “No soy nada deportista, pero las aguas transparentes invitan a probarla”. Tan cristalina estaba el agua en la paradiasíaca Koh Phi Phi que cuando se quiso dar cuenta tenía unas gafas de buceo y tubo en la boca: “Hicimos esnórquel. Todo muy seguro, con chalecos salvavidas”. Sin lugar a dudas, el buceo sin bombona le dejó un excelente sabor de boca: “El ver debajo del agua cientos de peces de todos los colores y tamaños hacen de esta experiencia algo inolvidable”
Blanca pasó cuatro noches en Ao Nang en el Ao Nang View La Villa [564/1-2, Ao-nang rd, Muang, Krabi], un resort playero que recuerda con cariño: “Estuvimos en un hotelito al lado de la playa. Te sientes como en cualquiera del Mediterráneo”. Sin embargo, su estancia no fue perfecta desde el primer momento. Al llegar descubrió que había habido un error con la reserva. “El primer día nos dieron una habitación chungui en el sótano… Para compensarlo el resto de noches nos dieron la de lujo, era como un apartamento súper espacioso”, confiesa Blanca hija.
En Ao Nang el plan fue relajarse, disfrutar y hacer algunas compras: “No hace falta cargar con ropa de playa, pues por un módico precio renuevas traje de baño e irás a la ultima”. Así que ya sabes, si viajas a Tailandia mejor ir ligerito de ropa, que allí puedes comprar prácticamente cualquier cosa que te haga falta. Palabra de Blanca.
Esta entrevista es la primera de la serie 12 viajer@s, 12 opiniones de Tailandia
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