Acqua Alta, la librería más singular de Venecia

En el laberinto de callejuelas que es Venecia se esconden tesoros de lo más particular. Buen ejemplo de ello es Acqua Alta, un curioso establecimiento en el que gatos y libros han tenido a bien mezclarse para viajar a bordo de las góndolas y bañeras que surcan los pasillos del local.

“Bienvenido a la librería más bonita del mundo” reza en inglés una cartulina que parece haber sido escrita deprisa, corriendo y con muy poco cuidado. Con estas palabras saludan al visitante los responsables de Acqua Alta, una curiosa librería situada en la diminuta plaza Di Castello, casi al final de la calle Longa Santa Maria Formosa de Venecia, que muchos comienzan a llamar cariñosamente ‘la de los gatos’.

Poco o nada comparte este curioso establecimiento con otros bellos templos dedicados a los libros como la librería Lello de Oporto o la Shakespeare & Co de París. No hallará el lector en su interior ni barrocas escaleras ni pomposos sillones de cuero. Tampoco techos infinitos, estanterías inmaculadas o pasillos amplios en los que evadirse de la masa de turistas que fotografía cada esquina de la ciudad.

Seguramente sus pocas sillas fueron a parar allí por casualidad. Están viejas, descuidadas y casi siempre ocupadas por gatos medio dormidos que agradecen las caricias que les regalan los visitantes del local. La mitad de los libros descansan en góndolas, cuando no en bañeras, formando montañas desordenadas que piden a gritos ser aún más revueltas. En lugar del baño al fondo a la derecha uno encuentra la ‘salida de incendios’. Nada de que preocuparse pues. En caso de que el fuego nos sorprenda curioseando podremos salvar el pellejo siempre y cuando sepamos nadar, claro está, ya que esta puerta va a dar ¡directamente a un canal!

Al final de la sala principal, entre los personajes de la Divina Comedia de Dante y las bravas mujeres de la obra que Shakespeare ambientó en la ciudad, otra puerta da acceso a la terraza. Uno puede relajarse allí junto a su antigua mesa metálica de jardín o encaramarse hasta lo alto de una escalera construida íntegramente por libros tan bonita como original.

Y como no podría ser de otra forma los dependientes van acordes a las singularidades del local. El encargado de encontrar los pedidos acostumbra a atender a los clientes cigarrillo negro en la boca mientras Luigi Frizzo, el dueño del comercio, no pierde detalle de quienes entran y quienes salen, siempre con una sonrisa en los labios y una palabra amable que espetar. “Ten cuidado”, me despidió la primera vez que visité el lugar, sin duda uno de los que más me gustan de la ciudad, “hay mucho Casanova en Venecia”.

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