Hola, me llamo Cristina y cuando fui a Punta del Diablo tuve que dormir encima de un armario. La cosa fue exactamente así: yo, un armario, un futón y el techo muy cerca (como a 60 centímetros de mi cuerpo). Estoy segura de que hay ataúdes más espaciosos que aquella ‘cama’ del hostel El Diablo Tranquilo de Punta del Diablo. Que noche, ¡qué noche!
Vaya por delante que dormir encima de un armario nunca entró en mis planes, que reservamos una cama en dormitorio compartido seducidas por una terraza con hamacas y vistas al mar. Incluía el desayuno y las toallas e insisto, en Booking ponía “cama” no ‘colchón encima de un armario’. ¿El precio? 15 dólares, más que suficiente para que te den una cama decente, o cuanto menos una cama de verdad, con sus cuatro esquinas y tal.
Pues bien, una llega a su dormitorio compartido a las nueve de la noche esperando olor a pies, mochilas desordenadas y un par de compañeros preparando el casting para la sinfónica de Viena -una es realista, una no le pide peras al olmo a estas alturas de la vida- y, ¿qué se encuentra en El Diablo Tranquilo? Pues un dormitorio de ocho camas más un armario con un futón (el de la imagen) sin ventanas ni llave porque si cierras la puerta la gente se ahoga, literalmente (¡se acaba el aire!). Vamos, el horror.
Mi cama era la novena, la del futón, la de la foto. Maravillosa. La ‘única’ pega de mi ‘cama-armario-futón’ es que para subir tenías que ser Fernando Romay o robar un taburete de recepción (como hice yo). Y aún con todo, la cama del futón me parecía mejor que la cama que quedaba a mis pies y que, aunque era una ‘cama, cama’, estaba debajo de una viga que quedaba a unos 10 centímetros del cuerpo una vez acostado. Como para doblar la rodilla en sueños.
Eramos nueve personas durmiendo en aquel garaje, perdón, zulo, y un ventilador. Pero no eramos los únicos huéspedes. El ventilador de aquel infame cubículo había desarrollado su propio ecosistema de corte roñoso y marronaceo. Se rumoera que ha sido elegido por tercer año consecutivo mejor alojamiento playero en el Tripadvisor de virus y bacterias. Una joya o una reliquia de mierda, o las dos al mismo tiempo. ¿Crees que exagero? Ahí tienes la foto.
Hay que tener mucho cuajo para cobrar 15 dólares por un colchón lleno de mugre en el que podrías liarte un cigarro (de lo fino que es). Pero hay que tener mucho más para justificar ese precio. ¿Pues no me dice la recepcionista uruguaya que sí, que es caro, que si quiero viajar barato me vaya a Bolivia y que si me quiero quejar que me queje al gobierno? ¡¿Perdón?! ¡Qué yo reservé una cama y me estás dando un colchón encima de un armario! Que no tengo escalera ni nada, ¿cómo pretende que suba a mi ‘cama’? ¿Usando la fuerza? Hola, ¿¡qué tal!? Y no, no nos dejaron cambiar de cama y, cuando al día siguiente intentamos cambiarnos de cama, fue realmente complicado a pesar de que había camas libres en la misma habitación horripilante que no se llenaron esa noche.
DESAYUNO SIN DIAMANTES
Y sin galletas, y sin cereales, y de hecho sin mesas apropiadas en el interior. El desayuno de El Diablo Tranquilo incluye que te sientes en los sofás de recepción, en las hamcas de la terraza o donde buenamente puedas a comerte el pan cortado con pocas ganas que sirve de plato fuerte. Si quieres le untas un poco de mantequilla, de mermelada o de dulce de leche con una cuchara, porque tampoco hay cuchillos. Algo de fruta, café, leche, té y zumo de brick complementan el ‘buffet’ más cutre que he visto en mi vida (vaya por delante que el Marnix Hotel de Ámsterdam no tenía buffet, supongo que para que no fuera los vermins). No obstante, es más la falta de actitud por parte del personal que el que haya más o menos cosas para desayunar. Esos ingredientes servidos con amabilidad serían más que suficientes para empezar el día con energía.
Por si esto fuera poco el Internet de El Diablo Tranquilo iba fatal, incluso a las 7:30 cuando todo el mundo duerme y se supone que el ancho de banda está libre; los baños dejaban bastante que desear (cuando llegamos en una de las duchas del baño de chicas había colgado un tampón usado y, por supuesto, nadie nos dio toallas); y cuando pagamos la segunda noche (sí, nos quedamos otra noche, después de mucho pelear la segunda noche nos cambiaron a camas de verdad dentro del mismo cuarto) nos cobraron 50 céntimos más porque se acercaba el fin de semana (¿se puede ser más rancio?).
ESTE SEÑOR ME ROBA
Pero se me olvida lo mejor (y eso que lo de dormir sobre un armario tiene un punto anecdótico muy chachi): uno de los huéspedes de mi habitación robaba cosas. No a los demás huéspedes (creo), sino a personas de fuera del hotel. Por lo visto el notas se levantó aquella mañana borracho o colocado (o las dos, o igual ya venía así de casa) y fue tras un grupito de amigos que se iba a dar el primer baño (a las 7:30 de la mañana, sí, estaba despierta, ¿qué pasa? Intentaba conectarme a Internet, sin mucho éxito). Gritos aquí, gritos allá y motada a las 7:30 de la mañana. Muy guapo, si señor. Eso es lo que uno espera de un sitio que se vende como El Diablo Tranquilo. Si llega a ser el diablo enfurecido hubiera ardido Troya.
¿No tenía nada bueno el dichoso Diablo Tranquilo? Si, tenía una terraza fantástica (la de la foto de su anuncio). Las habitaciones que había junto a la terraza parecían bastante mejores que la nuestra. No era difícil que cualquier habitación fuera mejor que la nuestra, de hecho, cualquier cuadra de Cantabria está más ventilada y más limpia que aquella habitación.
En mi opinión, es una vergüenza que un hostel se atreva a meter a sus clientes en un zulo como aquel (repito, nueve camas, una –¡la mía!- sobre el armario, sin cerradura y sin ventilación). No es una cuestión de dinero, es una cuestión de decencia y de salubridad. No se puede tener a la gente así ni dejándola dormir gratis.
Durante tu viaje por Uruguay no dejes de visitar Punta del Diablo, es un sitio increíble. Pero si lo haces, no duermas en El Diablo Tranquilo. Acampa, busca un rancho (una casita), haz couchsurfing o reserva otro hostel, un hotel o un hotelazo (¡hay un montón de alojamientos!), pero en El Diablo Tranquilo nunca jamás. Es un sitio absolutamente infame con unas instalaciones y un servicio que deja mucho que desear. Una pena la verdad, porque su emplazamiento es absolutamente ideal.
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Lamento mucho, en serio que hayas tenido tan mala experiencia. Volve al Uruguay hay muchos buenos hospedajes y gente muy educada. Saludos desde Uruguay!
Uruguay me ha parecido maravilloso Fabi, no te preocupes. Tu país me ha encantao. Mi único problema fue este lugar en el que, como ves, no nos trataron muy bien. Pero el país en general me enamoró, y su gente me enamoró todavía más 😉
Ya puedes tachar un par de puntos de tu lista de cosas que hacer antes de morir. Una, dormir sobre un armario. Otra, repetir en un sitio en el que te hacen dormir sobre un armario.
(Me he reído leyéndolo: ¡perdón!)
Me alegro que te hayas reído un montón… En realidad yo ahora también me río y, si te soy honesta, al final me reí hasta allí porque era todo muy surrealista. Si te soy sincera, yo tuve hasta suerte que encima de mi armario no había una viga. Mi amiga durmió debajo de la viga. En fin… Sin comentarios. ¡Qué aventurilla! 😉
Una verdadera verguenza y te lo digo como italo-argentino residente en Buenos Aires. Una vez pensando excursionar en Uruguay empece a averiguar y para en El Diablo Tranquilo en temporada me costaba mucho mas que la cifra que pusiste, costaba el doble o el triple que para en Berlin! Por supuesto que no les di el gusto.
Punta del Diablo asi como otras pequeñas localidades uruguayas en las arenosas y peladas de arboles costas uruguayas, se encareció gracias a la masividad del turismo jóven de la alta burguesia argentina, huyendo del glamour de Punta del Este, para crear otro… mas cool.
Recomiendo Uruguay en baja temporada, lejos de la traicionera y especuladora high society argentino-uruguaya y brasileña.
Gracias por tu comentario Rodrigo. No sé, a mi me pareció una pena esto del Diablo Tranquilo, la verdad es que me sorprendió mucho. Entiendo que todo el mundo quiere hacer negocio y ganar dinero, ¡faltaría más! Pero no puedes meter a nadie en habitaciones como esas, ni aunque sean gratis. Era un auténtico asco 🙁
De todas formas, Uruguay me pareció un país maravilloso. Espero que nadie deje de visitarlo por esto. Solo lo contaba como aviso y como historia divertida que, en realidad, es como ha quedado grabado en mi memoria. ¡Uruguay es muy guay! 😀