De qué hablo cuando hablo de bailar

Tango en Buenos Aires (Argentina)

Empezar a bailar es la mejor decisión que he tomado en la vida. ¿Mejor que viajar? Sí, mejor que viajar. Aunque pienso que bailar es también un viaje, un viaje personal y colectivo que te enseña aspectos de ti mismo y de la vida que, si no bailas, ni si quiera imaginas que existen. Porque bailar no es moverse cuando hay música y ya está, bailar es tender puentes para comunicar personas sin importar color, país o edad. Bailar es aprender a aprovechar el momento y el lugar.

Cuando digo empezar a bailar quiero decir aprender a bailar, tomar clases para saber cómo moverme e interactuar cuando la música empieza a sonar. Porque bailar es un idioma más, con su gramática, su vocabulario y sus diferentes acentos. Pero una vez aprendes lo básico a base de practicar, da igual en qué parte del planeta te encuentres: podrás conocer, disfrutar y comunicarte con su gente.

Ya de entrada y a cualquier nivel, bailar hace que los problemas desaparezcan. ¡Encajar pasos, parejas y músicas no deja espacio para nada más! Pero eso es solo al principio. Después vienen las ganas, los equilibrios, los giros, las canciones favoritas y, de repente, la magia. Ese momento en el que -¡por fin!- te dejas llevar, te sumerges en la canción y lo único que haces es disfrutas. Por fuera, esto se traduce en una sonrisa imposible de disimular; por dentro, en una inmensa sensación de emociónbienestar.

Si te atreves, después de lo básico vienen los bailes, viene  la vida. Porque un baile es en esencia la vida, una batalla que o luchas o pierdes. No pregunta dos veces, ni da segunda oportunidad. La aprovechas o se va. Bailar es estar vivo, vivo de verdad.

Y por si esto fuera poco, aún hay más. A veces, no a todas horas y casi siempre cuando menos te lo esperas, conectas con alguien en la pista de baile. Salta una chispa. Hay electricidad. Y mariposas y luces y el mundo es perfecto y no existe nada más. No me entiendas mal. No hablo de ligar. Hablo de una conexión tan intensa como efímera que solo tiene sentido en ese momento y en ese lugar, de dos desconocidos que se entienden perfectamente sin hablar. No piensan más allá porque no hay nada que pensar, se trata de disfrutar del encuentro, del momento, de la casualidad.

Cuando la música acaba, la pareja se despide y se vuelve a separar. Cada uno se va por su lado satisfecho. Quizá con ganas de más. Es difícil de explicar, pero relativamente fácil de experimentar. Baila, prueba. Una salsa, una bachata, un tango quizá. Tarde o temprano, te pasará. Skal vi danse?

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